La realidad de la depresión es una situación compleja, y por ende una persona cuando está viviendo esta situación trata de encontrar solución en algún especialista en salud mental, como un psicólogo o un psiquiatra que le puedan ayudar. Por lo tanto, su interés al participar de secciones de terapias es comentar, desahogarse y que sus emociones y aflicciones sean escuchadas.
En el caso de una persona creyente como nosotros, sin duda el pasar o atravesar una situación así, donde existe angustia, desesperanza y aflicción en las emociones, en los pensamientos, incluso en la actitud o forma de ser de la persona, es complejo y difícil aferrarse a Dios. Puesto que también somos seres humanos que nos dolemos, somos débiles, las situaciones o procesos que tenemos que sobrellevar nos desaniman, nos cansan, nos frustran y nos deprimen. Tanto así, que no encontramos salida o solución muchas veces a los problemas, situaciones y presiones que nos afligen y en ocasiones nos atormentan.
Ahora bien, nosotros los creyentes tenemos que saber que los momentos que nos deprimen y desaniman están siendo controlados por Dios y que además nuestra felicidad y descanso en medio de esas situaciones o procesos que nos deprimen está en lo que ya Dios en Cristo su Hijo ha hecho por nosotros.
Fijémonos como el salmista habiendo experimentando la angustia y la desesperación, confío en Jehová y en lo que Él haría por él. De tal modo que le vemos tiempo más tarde cuando ya él atravesó su proceso de desesperación, expresar las siguientes palabras:
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová. Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira. Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; y tus pensamientos para con nosotros, No es posible contarlos ante ti. Si yo anunciare y hablare de ellos, no pueden ser enumerados”.
Salmo 40: 1-5
Esta realidad, nos manifiesta que la confianza en Dios en medio de las presiones y la depresión son fundamentales para no decaer y no flaquear. Sin duda la confianza en Dios es algo que implica trabajar en muchas otras áreas de nuestra vida que nos permitan precisamente rendirnos aceptando confiadamente y completamente la voluntad de Dios, los propósitos de Dios y planes de Dios con nosotros. Ya que estos tienen que ver únicamente con la formación y perfección del carácter de Cristo en nuestros corazones.
Esta confianza obviamente se genera producto del hecho de saber que Cristo Jesús ya ha obrado en nuestro favor. Es el amor de Dios manifestado hacia nosotros en el sacrificio de su Hijo Jesucristo en la cruz del calvario que nos proporciona esperanza en medio de la depresión o el desánimo, es lo sucedido en la cruz lo que nos proporciona tranquilidad y descanso cuando estamos afligidos y vemos todo nublado en el proceso, como si no hubiera solución para nuestra situación. Y resulta que Cristo ya nos entregó la solución al morir por nuestros pecados, ya que cuando nos sumergimos en la depresión y el desánimo estamos de una u otra forma pecando al no depositar nuestra plena y absoluta confianza y seguridad en el Creador y sostenedor de todo nuestro ser, cuestión que nos impide salir de la amarga situación que podamos estar viviendo. Todo ese error que cometemos al no confiar en la soberanía de Dios está totalmente perdonado y solucionado por nuestro salvador. Él solo requiere que acudamos a su gracia creyendo y confiando en su persona y en la obra perfeccionadora que está realizando en nosotros los creyentes; con cada proceso, situación difícil y/o deprimente que nos corresponda vivir, con el propósito de que al aferrarnos a su gracia seamos santificados y cada día vivamos dependiendo de nuestro Dios.
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Mateo 11: 28-30
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