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ARTÍCULOS

¡Yo te acompaño!

Durante estas últimas semanas hemos estado hablando sobre la depresión. Has podido conocer el punto de vista bíblico de esto y sobre la soberanía de Dios en medio de los procesos difíciles que podemos vivir. Y hoy, siguiendo con esta misma temática, quiero hablarte sobre nuestro rol como prójimo.


Si bien, es probable que todos hayamos estado alguna vez en situaciones donde la depresión, la angustia y el temor se han apoderado de nuestra mente y corazón, también hemos sido testigos de cómo otras personas pasan por este valle de sombra. Como hijos de Dios tenemos el mandato de amarle a él y también a nuestro prójimo, tanto en los buenos como en los malos momentos.


“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.”

Marcos 12:30-31


Dios no solo dejó estipulado en su palabra que debemos amar a nuestro prójimo, sino que es uno de los mandamientos más importantes, los cuales resumen toda la ley. Ahora bien, ¿Cómo acompañamos a alguien que está pasando por depresión? A veces queriendo apoyar a alguien podemos caer en decir mil cosas, incluso juzgarlo, pero debemos entender que acompañar es estar presente y amar a la otra persona a través de la paciencia, el cuidado y la oración.


Uno de los sentimientos provocados por la depresión es la soledad. Sentirte solo es algo que te lleva a una serie de malas decisiones. Es por eso, que como hijo de Dios debemos estar presentes y amar a nuestro prójimo a través del cuidado, de servir a la otra persona.


Un ejemplo de esto es la historia del buen samaritano. La palabra dice que:


“Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.” Lucas 10:30-35


Cuando pasamos por momentos de depresión se siente como si te hubieran robado algo de tu interior. Se fue la paz y el gozo y por más que intentas animarte parece que nada ayuda. Lo triste de esto, es que muchas veces actuamos como aquellos hombres que, pasando de largo, vieron el dolor de la otra persona y siguieron su camino sin tenderle la mano. Hacer esto, va en contra de la palabra de Dios. Joven y señorita, no podemos ser indiferentes al dolor de los demás, ya sea alguien de confianza, cercano o incluso nuestro enemigo.


“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” 1 Juan 3:28


Como hijos de Dios, somos llamados a amar a nuestro prójimo de hecho y en verdad. Esto quiere decir que no podemos decir que amamos, si no nos duele el dolor que las demás personas viven. Amar de hecho y en verdad, y actuar en favor de nuestro prójimo, tenderle la mano, acompañarle y servirle en momentos de dolor. A través del discipulado de la palabra, de la oración o de estar presentes levantando sus brazos en medio del dolor, son formas de amar a aquel que está pasando por dolor.


El buen samaritano actuó de hecho y en verdad hacia su prójimo. Curo sus heridas, le cuido y se preocupó de su bienestar mientras este se recuperaba. Y Dios nos manda a ser como él.


“¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.” Lucas 10:36


Somos llamados a ser misericordiosos con aquellos que sufren. Debemos tenerle la mano en amor a las personas que pasan por necesidad. Amar a los demás, es amar a Dios, quien se dio a sí mismo por misericordia a nuestras almas. Él no tenía la obligación de hacerlo, es Dios soberano y pudo habernos consumido y haber hecho una nueva creación, pero en su soberanía, él ya tenía todo escrito, y escogió los clavos para tomar nuestro lugar, cargar nuestros pecados y darnos vida eterna.


“Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8


En este mundo debemos ser reflejo del amor de Dios. Entregarnos en amor por aquellos que necesitan ayuda. Debemos servir y amar a nuestro prójimo no solo cuando lo merezca, sino porque así lo ha dicho el Señor. Jesús nos dejó la vara alta, él es el ejemplo de amor más grande, y debemos rendir nuestras vidas y entregarnos para que a través de nosotros la luz de Cristo transforme, santifique y de vida a los corazones que lo necesitan. Este mes de diciembre es una gran oportunidad para demostrar amor hacia los más necesitados. Es una instancia donde muchos celebran, pero otros luchan con la ausencia de un ser querido, la escasez de alimentos, o la soledad de tener lejos a las personas que aman. Así que te animo, a mirar a tu alrededor y ser luz para aquel que hoy vive estas celebraciones con dificultad, acompaña, anima y sirve con lo que Dios te ha dado.


Y recuerda, da con humildad, y sin pretender recibir nada a cambio, porque todo lo que hacemos es por medio de la gracia soberana de Dios.


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