Hay periodos en nuestra vida que sentimos que ya nada tiene sentido, mi novia/o me dejó, perdí algo tan valioso para mí que ya no quiero vivir, el bullying que me hacen todos los días ya es insoportable, y es cuando todo está oscuro en la habitación y el silencio reina el ambiente, cuando no veo esperanza alguna y mi mente se ha cansado de luchar, que pensamos en la idea de que la muerte le puede entregar paz a mí corazón, que me puede liberar de mi dolor y creemos que es la gran solución para mí vida, pero, ¿realmente es así?
Primeramente, quisiera decir que el suicidio es pecado y se puede conceptualizar como pecado bajo la base que, Dios, cuando entregó la ley en el monte Sinaí, estableció que no debíamos matar a persona alguna. El suicidio también se puede establecer como una forma de matar, en este caso, matarse a uno mismo, y es el acto de orgullo más grande que las personas pueden hacer, pues declaras mediante ese acto, que solo tu gobiernas tú vida.
El suicidio se puede ver como la solución ideal para ti, bajo el pensamiento de que puede liberarte del dolor y de los problemas. Pero la idea de que la muerte nos puede liberar del dolor y de los problemas se forma bajo la creencia de que no hay vida después de la muerte, se termina todo y al final solo volvemos al polvo, pero sabemos que no es así, pues no todo termina después de la muerte en esta tierra, tendremos que pasar por el tribunal de Dios que determinará nuestro destino final, vida eterna juntamente con Cristo, o castigo eterno en el infierno.
El problema es que cuando no encontramos algo que le dé un sentido profundo a nuestra vida, nos aferramos a cosas pasajeras, por eso, no dejes que tu felicidad dependa de algo que puedas perder, no pongas tu esperanza en las cosas que pasajeras de este mundo, pues el mundo pasa y sus deseos, extiende tú mano a Cristo y deja que el gobierne toda tu vida.
Cristo le puede dar un nuevo sentido a tú vida, cuando todas las cosas terrenales pasan, Él permanece para siempre, cuando todos te han abandonado, Él siempre está a tú lado, cuando todos te molestan y se burlan de ti, Él es tu gran amigo, cuando la aflicción no te deja tranquilo, Él es tú consuelo.
Terminar con tu vida no te liberará de tú dolor, terminar con todo no hará que el vacío en tú interior se vaya, sé que el dolor que llevas en tú interior es terrible, la soledad que sientes, la esperanza que se ha marchitado en ti, sé que no ves ninguna solución posible a tú problema y que tus lagrimas están cansadas de llorar, pero el suicidio no es la solución, el engaño podría hacer que lo veas de otra manera, pero la verdad es que solo traerá consecuencias eternas para tú vida de las cuales nunca más podrás librarte, y allá será el llanto y el crujir de dientes.
Por eso, quiero decirte que en Cristo puedes tener esperanza, Él puede hacer que tus lágrimas se transformen en sonrisas y darle a tu vida un nuevo amanecer, solo debemos rendirnos a los pies de Cristo, derramar nuestras lágrimas delante de Él, y dejar que, con su poderosa voz, calme la tempestad del alma, debemos dejar de cargar nuestras cargas con nuestra propia fuerza y dejárselas a Él, debemos amar apasionadamente a Cristo y dejar que Él nos dé un nuevo sentido a nuestras vidas, le dé un nuevo propósito.
Querido hermano y hermana, aún no he llegado el momento de partir de esta tierra, no ha llegado nuestra hora aún, no lo hagamos a nuestro modo, eso solo nos traerá condenación, sé que estás escuchando en tú mente: Hazlo, es la única solución, ¡No escuches la voz de la serpiente engañadora!
Mejor esperemos que Dios haga las cosas a Su modo perfecto, pongamos nuestra mirada en la redención del pueblo de Dios, anhelemos apasionadamente la venida de Cristo, pues ¡muy pronto vendrá! Y es en el momento que veamos cara a cara a nuestro salvador, que toda lágrima, dolor, aflicción y todo lo malo de este mundo, desaparecerán.
¡Oh que alegría habrá en nuestro corazón al ver a nuestro redentor descender del cielo! Qué maravilloso es pensar que saldremos al encuentro de nuestro amado, qué gozo será para nosotros cuando escuchemos la trompeta anunciando la llegada del Cordero Santo, en ese momento sabremos que se terminó nuestra carrera, y enjugará Dios toda lágrima de nuestros ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque todas esas cosas ya pasaron, ¡Esa es nuestra esperanza!
Que Cristo sea el todo en nuestras vidas y sea nuestra total esperanza, anhelemos Su venida más que cualquier otra cosa. Solo a Dios sea la Gloria.
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