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ARTÍCULOS

Todo lo que pidiereis en mi nombre

“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.”


Juan 14:13


Es común hoy en día escuchar a algunos hermanos o hermanas decir que todo lo que le pidamos a Dios en oración Él nos lo concederá, se aferran a versículos como Juan 14:13, donde dice que todo lo que le pidamos al Padre en el nombre de Cristo Él lo hará. En otras ocasiones se aferran al Salmo 37:4 donde dice que Él nos concederá las peticiones de nuestro corazón, dejando pasar el hecho de que primero debemos deleitarnos en Dios y en Su voluntad.


Esto ha hecho que de alguna u otra forma dejemos de ver a Dios como lo que realmente es, y pasemos a ver a Dios como un tipo de “genio de la lámpara” que debe conceder todos nuestros deseos. Aquellas personas suelen decir: “decreto o declaro en el nombre de Cristo, prosperidad, bendición, etc.”. Esto realmente es ofensivo delante de Dios, pues prácticamente creemos que podemos obligar a Dios a conceder todo lo que pedimos.


Arraigarse a la idea de que Dios puede concedernos cualquier cosa que pidamos nos hará vivir una vida llena de desilusiones, pues nos encontraremos con dos realidades, o Dios no nos escuchará, pues Él solo nos escucha si pedimos algo conforme a Su voluntad (1 Jn. 5:14), o simplemente nos responderá con un rotundo no. Es cuando somos confrontados por esa realidad que seremos atrapados por la desilusión, pues creemos que, o Dios no nos ama, o que no tiene el poder para concedernos lo que pedimos, o que simplemente no tenemos fe.


Pero la realidad es otra, Santiago nos dice que pedimos, y no recibimos, porque pedimos mal, para gastar en nuestros deleites (Stg. 4:3). La verdadera razón por la que Dios no nos escucha o nos responde con un no es porque pedimos mal, no pedimos cosas conforme a la voluntad de Dios, pedimos cosas que a nuestro parecer son lo mejor para nosotros, pedimos con malos propósitos para gastar en nuestros placeres, y cuando pedimos de esa manera Dios se rehúsa a escucharnos, pues “orar con la motivación incorrecta no es orar con fe”. (1)


La Biblia de Estudio de La Reforma señala que el versículo de Juan 14:13 no garantiza que Dios hará todo lo que pidamos si solo añadimos a nuestra oración las palabras “en el nombre de Cristo”, pues orar en el nombre de Cristo es identificarse con el propósito de Cristo, hasta el punto en que nuestra voluntad debe identificarse con la voluntad de Dios. (1)


De esta manera lo expresa la Biblia en Juan 15:7 “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Es decir, para que Dios oiga nuestra petición, en primer lugar, debemos permanecer en Cristo, y en segundo lugar, Su palabra debe permanecer en nosotros, de esta manera, estaremos tan conectados con la voluntad de Dios, que lo que le pidamos al Padre en oración Él nos concederá, no pediremos con malos propósitos ni para gastar en nuestros deleites, pediremos para honrar y glorificar el nombre Dios, pediremos para agradar a Dios y para que Su voluntad guíe nuestras vidas.


La Biblia dice en 1 Juan 5:14 “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye”. Este versículo no quiere decir que tengamos que descubrir misterios ocultos que solo Dios conoce para poder pedir algo conforme a Su voluntad, lo que en realidad nos quiere decir es que Dios nos ha revelado Su voluntad a través de Su palabra, y que es ahí donde nosotros podemos encontrar las cosas que agradan a Dios y a Su pueblo. Cuando los cristianos oran en conformidad con las cosas que, según las enseñanzas de las Escrituras agradan a Dios, entonces estaremos orando conforme a Su voluntad divina. (2)


Para concluir, siempre debemos pedir en el nombre de Cristo, pues Él es quien intercede por nosotros, Él es quien lleva nuestras peticiones a nuestro Padre, pero también creo que debemos tomar la misma actitud que tuvo Cristo en Getsemaní, una actitud sincera, humilde y sometida a Dios, siempre debemos ser sinceros con Dios con respecto a lo que queremos, pero también debemos inclinar nuestros deseos y nuestro camino delante de Dios y decir siempre en cada oración: “Hágase Tú voluntad y no la mía” (Lc. 42:22).

 
[1] La Biblia de Estudio de La Reforma [2] Biblia de Estudio Teológico

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