


“Un llamado al arrepentimiento”
Hoy en día surgen muchas dudas en torno a quien debe arrepentirse, algunos creen que solo los judíos deben arrepentirse, otros dicen que solo los hijos de Dios deben arrepentirse y otros mencionan que ese llamado es solo para los pecadores, hay un grupo que lleva su posición al extremo y dice que nadie debe arrepentirse, pues sería una forma de obra y la salvación es solo por gracia, pero las Escrituras son claras, y ellas nos dicen que Dios manda a todos los hombres en todo lugar a que se arrepientan (Hch. 17:30), por lo que el llamado al arrepentimiento es para todos.
Una de las primeras enseñanzas que Jesús pronunció a las personas fue “arrepentíos, porque el reino de los Cielos se ha acercado” (Mt. 4:17), dada nuestra posición de culpa y rebeldía ante Dios, es que surge la necesidad de arrepentirnos, pues si no lo hacemos, todos pereceremos igualmente (Lc. 13:3), por lo que a menos que el pecador se arrepienta y crea de todo corazón en el evangelio de Cristo, no hay perdón.
Ahora que comprendemos la importancia de arrepentirnos te estarás preguntando ¿Qué significa arrepentirse? Pues arrepentirse significa cambiar de actitud en lo que se refiere al pecado, lo que da como resultado el apartarse del pecado y acercarse más a Dios, por lo que cuando por la Gracia de Dios somos impulsados a creer en Cristo, significa que también debemos darle la espalda al pecado.
Nuestras vidas antes iban en dirección a lo que el pecado nos movilizaba a hacer, lo que era agradable para nuestros propios deseos, pero ahora vamos en dirección a lo que el Espíritu Santo nos impulsa a hacer, buscamos hacer lo agradable ante los ojos de Dios, pues el anhelo más ferviente de un cristiano es agradar a su Padre Celestial. Eso se puede ver claramente cuando analizamos nuestras vidas y nos damos cuenta que antes nos regocijábamos en cosas que ahora odiamos, no por las consecuencias eternas que tiene el pecado, sino más bien por el cambio que ha producido Dios en nuestro corazón.
Con respecto a el acto de arrepentirse, implica que asumamos ante Dios nuestra condición de culpa, hacernos totalmente responsables de nuestro actuar pecaminoso, sentir una gran tristeza por ello y confesarlo todo delante de Él, sin esconder nada. Este acto de arrepentimiento, si es genuino, nos llevará a renunciar al pecado y tomar la determinación de no volver a él.
Por más insignificante que parezca un pecado debemos abandonarlo, cuando Cristo nos insta a darle la espalda al pecado, no solo se refiere a matar, robar o mentir, sino también a todas aquellas cosas que nos alejan de la voluntad de Dios, de lo que es agradable a Él y nos impide llegar al estado de santidad que demanda Dios de nosotros. Por ello podemos decir que el arrepentimiento es un acto continuo, es un modo de pensar permanente, es aborrecer incesantemente el mal, no es como aquellos que reciben la palabra de Dios en un corazón de pedregales, que gradualmente vuelven a sus viejas costumbres, un corazón transformado no volverá a estar satisfecho con el pecado, anhelará ser más santo, ser como Cristo y agradar a Dios.
Pero, ¿De qué forma obra este arrepentimiento genuino en nuestras vidas? En el arrepentimiento auténtico vemos manifestado un cambio radical en el corazón y en la forma de pensar, esto produce un cambio total en la vida de la persona, esto sucede solamente por la obra gloriosa del Espíritu Santo que nos convence de pecado (Jn. 16:8.9), y es también a través de La Palabra de Dios, viva y eficaz, que el Espíritu Santo nos constriñe con su poder y produce en nosotros aquella tristeza que nos lleva a un arrepentimiento para salvación (2 Co. 7:10). Por ello, podemos decir que el arrepentimiento es un regalo inmerecido que nos concede Dios.
Seguramente en más de una ocasión has podido notar como que algo no está bien con lo que estás haciendo, empiezan a surgir estos sentimientos de incomodidad e intranquilidad, y es como si se encendiera una alarma de peligro en lo más profundo de nuestro ser y nos dijera: ¡hey, cuidado con lo que estás haciendo! Por ahí no es, ese no es el camino, bien, si alguna vez te vuelve a pasar ¡Deja de hacer lo que estás haciendo y corre! Da media vuelta por el camino que vas y huye, pues es el Espíritu Santo quien está operando en tú mente y en tus sentimientos y no te dejará tranquilo hasta que obedezcas su voz.
O quizás también te ha pasado que en alguna ocasión has podido oír aquella voz resonando incesantemente en tus pensamientos, diciéndote que has hecho algo incorrecto, y comienzan a surgir estos sentimientos de tristeza y culpa, que en ocasiones, no te dejan dormir, bien, pues ese es un claro y rotundo llamado al arrepentimiento impulsado por el Espíritu Santo, y no te dejarán tranquilo hasta que te reconcilies con Dios, en tal caso, dobla tus rodillas y clama al SEÑOR, pues el que encubre su pecado no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona hallará misericordia (Pro. 28:13)
Es probable que también en alguna ocasión sea la misma Palabra de Dios, llena del poder de el Espíritu Santo, quien te confronte, pues la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; que penetra hasta partir el alma y el espíritu… y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb. 4:12). En tales situaciones solemos enojarnos por ser confrontados, pero amados en el Señor, permitamos que la Palabra de Dios confronte nuestras vidas y las transforme, que caiga en buena tierra y produzca un cambio radical en nuestra forma de pensar, y es más, ¡pasemos mucho más tiempo escudriñando las Escrituras! Pues de esa manera podremos conocer lo que es bueno y agradable a Dios, conoceremos Su voluntad, y guardaremos nuestro corazón con toda diligencia en toda situación, guiaremos de mejor manera nuestras vidas.
Mis queridos hermanos y hermanas, oigamos hoy este llamado al arrepentimiento. Tenga Dios de nosotros misericordia, a Él sea la Gloria y la Honra por siempre.
- Jiump Comunicaciones "Cimientos"