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ARTÍCULOS

Testigos

En el libro de Daniel encontramos muchos temas fascinantes: integridad, sabiduría, revelación, tiempos del fin, carácter, imperios mundiales, sueños, propósitos, reino, idolatría, cautiverio… y podríamos sumar muchos más. No obstante, dirijamos nuestras miradas a cuatro personajes de quienes se narran interesantes historias.


Se trata de cuatro jóvenes. El primero de ellos es Daniel (“Dios es mi juez”); él fue llevado en su juventud a Babilonia durante la primera deportación de Judá, en tiempos de Nabucodonosor. Pronto se distinguió en sabiduría en esta tierra famosa por sus sabios, y finalmente se convirtió en el principal de los tres funcionarios mas importantes del imperio medo-persa . ¿Sus amigos? Ananías, 1 Misael y Azarías; la Biblia los describe como simples muchachos, sin mucha historia, de buen parecer, enseñados en ciencia e inteligentes, a quienes llevaron al palacio sin duda alguna más pervertido y depravado de la época, para ser enseñados en las letras y la lengua de los caldeos.


Las similitudes con la realidad de nuestra generación saltan a la vista. Jóvenes, de un origen piadoso, viviendo en medio de un mundo gobernado por Satanás, rodeados por depravación, confrontados en su fe, inmersos en una vorágine en donde son un desconocido más, sin nadie a quien dar cuenta, tentados a aceptar que todos sus propósitos y sueños se ahogan frente a la cruda realidad; un momento oportuno para conocer el cementerio de los sueños, olvidar su origen, aceptar su nuevo nombre, aceptar los nuevos caminos, llenarse de resentimiento e incluso, revelarse contra su Dios.


¡No olvides lo que acaban de vivir! A sus cortos 14 años Daniel y sus amigos fueron separados de su familia (587 a. de C.), llevados cautivos en un peregrinaje de más de 1.000 km, vieron su templo arder, fueron testigos de la masacre de sus familias, sus casas destruidas, su historia pulverizada. Un día fueron jóvenes llenos de sueños, hoy son esclavos. Razones de sobra para poner en duda lo que habían aprendido de sus padres sobre su Dios.


El escenario es ideal para dejar la fe en la lista de las cosas arrebatadas por el exilio. Un lindo recuerdo, pero inútil en el cautiverio. Darse por vencido. Ceder. Adaptarse. Lejos de aquello, la Biblia relata la historia de unos pocos jóvenes, usados por Dios para sus planes, llevados al mismo corazón del imperio, logrando lo insospechado: dar a conocer al Dios de Israel en el lugar mas impensado de la época, y con eso afectar la vida de muchos, que vieron en ellos al Dios revelado. Sorprendentemente, cuando esperábamos que callasen, ellos simplemente ¡Testificaron!


No dejemos pasar algo importante: la historia no reparó en quienes en medio del exilio fueron indiferentes al llamado de Dios. Aquellas vidas se apagaron y jamás se contó algo sobre ellas. Nada revitaliza tanto un corazón humeante como aceptar el llamado de Dios. La Biblia se detuvo en la historia de jóvenes que habiéndolo perdido todo, se negaron a perder su destino.

Es más, la Biblia relata cómo la confrontación a un medio hostil y adverso es un camino usual hacia aceptar el llamado de Dios. El escenario más contrario, lejos de extinguir un llamado, lo refina, separando a quienes desperdiciarán sus vidas viviendo con apatía de quienes encarnarán el llamado de Jesús hasta que él regrese otra vez.


Quizás nos parezca una realidad distante la de Daniel y sus amigos. Si bien su testimonio no se diluye con los siglos, resulta un tanto difícil comprender, por una mentalidad occidentalizada como la nuestra, la real magnitud de la experiencia de aquellos jóvenes en medio de un imperio oriental de aquella época.


Otro ejemplo aún más cercano de encarnar el llamado de Dios fue la iglesia primitiva. Algunos llaman al libro de los Hechos de los Apóstoles como el “Evangelio de la Iglesia” y vaya que lo es. Lucas narra, con aquella precisión que sólo puede explicarse por la inspiración suprema del Espíritu Santo, las primeras experiencias de la iglesia que constituyó Cristo . 2


Las últimas instrucciones dadas por Jesús aún resonaban como una arenga imposible de olvidar o pasar por alto:


“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.”3


No ha existido una iglesia que haya encarnado con tanta fuerza este llamado como aquella iglesia primera.


Perseguidos por Satanás, arrestados, asesinados, desterrados, pobres, sin influencias… pero ¡TESTIGOS! Los más grandes testigos de la fe. Prueba de ello fue que el evangelio llegara hasta nosotros hoy y no sucumbiera ante los planes del príncipe de esta era . A cada lugar que fueron dispersados llevaron el poder 4 del evangelio . En momentos donde era mas fácil y conveniente callar, ellos 5 entregaron sus vidas por testificar que un inocente había muerto en su lugar.


Sin duda una iglesia victoriosa. ¿La razón? ¡Encarnaban la misión!

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