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Cristo, el preeminente, el único y todo-suficiente Salvador.
“Un estudio al libro de Colosenses”

Las buenas nuevas del evangelio no provenían de la ciudad de “Colosa”. Tuvieron que ser llevadas; y en este caso, Epafras fue el mensajero. Él era un ciudadano de Colosas (Col. 4:12–13) que había conocido a Pablo y se había convertido a Cristo Jesús. Esto pudo haber sucedido durante los tres años que Pablo predicó en Éfeso (Hechos 19:10).

Después de su salvación, Epafras dio a conocer estas noticias maravillosas a sus familiares y amigos. Tal vez habría sido emocionante para Epafras quedarse con Pablo en Éfeso donde estaban sucediendo grandes cosas. Pero su primera responsabilidad era llevar el evangelio a su ciudad natal (ve Marcos 5:19).

El evangelio es la buena nueva de que, a través de su muerte, su sepultura, y su resurrección, Cristo Jesús ha resuelto el problema del pecado. La palabra “evangelio” quiere decir buenas nuevas.


En esta sección de su carta a los colosenses, Pablo repasa las características del mensaje glorioso del evangelio. Se centra en una persona - Cristo Jesús. El tema de esta epístola es la preeminencia de Cristo Jesús, y que verdaderamente vemos su preeminencia en el evangelio.[1]


Para referirse a la Definición de la palabra “PREEMINENCIA”. Es necesario comenzar por el decidido enfrentamiento de Pablo con el incipiente gnosticismo, que le llevó al Apóstol a sentar, afirmar y enseñar la doctrina bíblica del señorío de Cristo expresando está en el hecho de que Cristo es absolutamente el único y suficiente Señor y Salvador, persuadiendo así a la hermandad de Colosa con una hermosa declaración de que “Sólo Cristo es superior y merece el primer lugar en la vida de los creyentes siempre y en todo”. Y no los ángeles o un ser sub-divino como los gnósticos pensaban.

 
Los falsos maestros que habían invadido la iglesia en Colosa estaban tratando de quitar a Jesucristo de su lugar de preeminencia; sin darse cuenta que su actitud deshonraba el evangelio. Es Cristo quien murió por nosotros, y resucitó. El mensaje del evangelio no se centra en una filosofía, una doctrina o un sistema religioso. Se centra en Cristo Jesús, el Hijo de Dios quién según Pablo es:


La “palabra verdadera” (Col. 1:5). Esto significa que vino de Dios, y por lo tanto es confiable. “Tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Hay muchos mensajes e ideas que pueden llamarse verdaderos, pero sólo la Palabra de Dios puede llamarse la verdad. Satanás es el mentiroso; creer sus mentiras es ser desviado hacia la muerte (Juan 8:44). Jesús es la verdad (Juan 14:6). Al creer en él, encontramos vida. Los hombres han tratado de destruir la verdad de Dios, pero han fracasado. ¡La palabra de verdad todavía está en pie!


Todos tenemos fe en algo. Pero la fe es solamente tan buena como el objeto sobre el cual se deposita. El salvaje adora a un dios de piedra; el hombre civilizado adora el dinero, sus posesiones o condición social. En ambos casos, la fe es vacía. El creyente verdadero tiene fe en Jesucristo, y esa fe está basada en la palabra de verdad. Cualquier otra fe es sólo superstición - no puede salvar.


El mensaje de la gracia de Dios (Col. 1:6). Gracia y misericordia son dos palabras en el vocabulario cristiano que frecuentemente se confunden. Dios en su gracia me da lo que no merezco (salvación y vida eterna). Sin embargo, en su misericordia no me da lo que sí merezco, es a saber; (la muerte eterna). La gracia es el favor inmerecido que Dios muestra a los pecadores. La gracia es la razón por la cual el evangelio es buenas noticias: Dios desea y puede salvar a todo aquel que confía en Cristo Jesús.[2]


Por lo tanto, para concluir. El énfasis gnóstico en la exaltación de los ángeles, y la necesidad de un mediador sub-divino de la creación que salvará el espacio entre el Dios perfecto y la materia imperfecta, obligaron a Pablo a resaltar la diferencia entre el gnosticismo y el cristianismo con una concisa declaración acerca del señorío de Cristo que está principalmente comunicada en el clímax del pasaje, que se encuentra al final del mismo, en Col. 1:18: “Para que en todo tenga la preeminencia [prōteuōn, «ser el primero, tener el primer lugar»]”, siendo las siguientes evidencias de la preeminencia de Cristo las que Pablo expone como amplias y estables:
 
1.     Únicamente él es la imagen del Dios invisible (Col. 1:15; Jn. 1:14, 18; Heb. 1:3)


2.      Él es el creador preexistente y el sostenedor perpetuo del universo, la gran cabeza de la Creación (Col. 1:15–17; Jn. 1:3; Heb. 1:2, 3)


3.     Él es la Cabeza triunfante de la iglesia, el primer conquistador de la muerte (Col. 1:13, 18; Ef. 1:20–23; 4:15, 16)


4.     Él es poseedor de toda plenitud, de virtud o bendición, especialmente la bendición de la reconciliación con Dios (Col. 1:19, 20; 2:9; Jn. 1:16).[3]

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