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La perseverancia de los santos

La perseverancia de los santos quiere decir que todos los que verdaderamente han nacido de nuevo serán guardados por el poder de Dios y perseverarán como creyentes hasta el fin de sus vidas, además de que solo los que perseveran hasta el fin verdaderamente han nacido de nuevo.[1]


Por lo tanto, la doctrina de la Perseverancia de los santos consiste en que “Los que han sido, aceptados por Dios en su Hijo Amado, eficazmente llamados, y santificados por su Espíritu, no pueden caer totalmente ni finalmente del estado de gracia; sino que ciertamente perseverarán en ella hasta el final y serán salvos eternamente”.


Las doctrinas de la Elección Incondicional y del Llamamiento Eficaz, implican lógicamente la salvación segura de aquellos que reciben estas bendiciones. Si Dios ha escogido absoluta e incondicionalmente a ciertas personas para vida eterna, y si su Espíritu aplica eficazmente a estas los beneficios de la redención, entonces la conclusión ineludible es que estas personas serán eternamente salvas.


Esta verdad es expuesta en variados pasajes de la escritura, donde el Señor Jesús enseña que los que verdaderamente han nacido de nuevo y son creyentes genuinos, continuarán en la vida cristiana hasta la muerte y entonces irán a estar con Cristo en el cielo. A continuación, algunos textos donde se expone esta realidad.


“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”. (Juan 6:38-40).


“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”. (Juan 10: 27-29).


La vida de Pedro es prueba de que la experiencia espiritual de un verdadero creyente a menudo está llena de altibajos; pero Pedro ilustra otra verdad bíblica, una más importante: el poder de Dios que guarda. La noche en que Jesús fue traicionado, Él le dio a Pedro conocimiento de la batalla espiritual invisible por el alma de Pedro:[2] “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. (Lucas 22:31-32).


Pedro estaba seguro de su deseo de estar con Jesús, sin importar el costo. Le dijo al Señor: “Dispuesto estoy a ir contigo no solo a la cárcel, sino también a la muerte”. (Lucas 22:33). Sin embargo, Jesús sabía la verdad y le dijo a Pedro tristemente: “Te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces”. (Lucas 22:34).


¿Falló Pedro? Sí, miserablemente. ¿Fue vencida su fe? Nunca. Jesús mismo estaba intercediendo por Pedro y sus oraciones no dejaron de ser contestadas.


El Señor intercede de ese modo por todos los verdaderos creyentes. Juan 17:11 da una idea de cómo Él ora por ellos: “Y ya no estoy en el mundo; mas estos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”.


Por lo tanto, mis hermanos; nuestra perseverancia no depende de nuestra capacidad, pues Pablo dice en Romanos 6:14 “no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Eso significa que el pago que por la ley merece nuestro pecado ya no es aplicable a nosotros los cristianos; esto porque los elegidos de Dios vivimos bajo su gracia. El pecado ya no puede ser causa de nuestra perdición. Si alguno trata de poner, aunque sea en una mínima parte, su perseverancia en su propia capacidad está obligado a cumplir con toda la ley, es decir, a vivir una vida de completa obediencia. La Palabra y la experiencia nos indican que esto es imposible.


Sin dudas todos nosotros pecamos. Si Pablo, el autor más prolífico en el Nuevo Testamento, dice de sí mismo que es el más pequeño de los apóstoles (1 Cor. 15:9), el más pequeño de todos los santos (Ef. 3:8) y el primero de los pecadores (1 Tim. 1:15) nosotros también debemos reconocer esa naturaleza habitando en nosotros, “ya que la perseverancia de los santos no es la garantía de la perfección, sino el hecho de que Dios nos mantendrá luchando la pelea de la fe con el fin de llegar a odiar nuestro pecado y de nunca hacer las paces con nuestras transgresiones”.[3]


Por lo que la existencia de esta lucha constante entre el viejo y nuevo hombre que cada creyente tiene que batallar no acabará en este mundo, pero al final cuando Cristo vuelva a buscar a su Iglesia expirará por siempre, pues Dios nos dará victoria mediante el continuo suministro de poder y fuerza del Espíritu santificador de Cristo. La victoria de esta lucha no descansa en nuestras capacidades sino en la obra de Dios por medio del poder que el Espíritu Santo coloca en cada uno de aquellos que fueron elegidos por el Padre y redimidos por Cristo, que estaban destinados a perseverar hasta el final sostenidos en la gracia salvífica de Dios que atribuye gloria solo a Él y a su compromiso eterno de redimir, salvar y preservar hasta el final a sus escogidos, para llevarlos a la vida eterna.

 
[1] Wayne Grudem - (Editorial vida: 2021) “Teología Sistemática: segunda edición; Capítulo 40: La perseverancia de los santos (cómo permanecer como creyente)”, (pág. 994).
[2] John MacArthur - (Gracia a vosotros: 2019) “La perseverancia de los santos”.
[3] John Piper - Cinco puntos “Hacia una experiencia más profunda de la gracia de Dios” (La obediencia es la evidencia de la renovación interna que Dios ha hecho y es necesaria para la salvación final), (pág. 85).
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